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“¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O que recompensa dará el hombre por su alma?” Mateo 16:26
Jesús al hablar nos enseñaba las grandezas del reino, las grandezas del amor de Dios, lo maravilloso del perdón y la reconciliación con nuestro creador. Su discurso era tan simple como las parábolas, las cuales no sólo despertaban inmediato interés sino que también mantenían la atención de los que le oían. A la vez ayudaba a grabar indeleblemente la verdad en su mente. Esa verdad que nos refuerza el libro de Juan 14:16 “Y yo le pediré a Dios el Padre que les envíe al Espíritu Santo, para que siempre los ayude y siempre esté con ustedes. Él les enseñará lo que es la verdad.”
Y a la luz de la verdad, querido lector, le invito a que reflexione sobre una de las fiestas cristianas mas importantes, junto con la Pascua y Pentecostés, pues celebra el nacimiento de Jesucristo: LA NAVIDAD. Una fecha para meditar y para encontrarnos cara a cara con nuestro Salvador. Una época del año acompañada de posadas, el tamal, el ponche, el tradicional nacimiento y el árbol de navidad. Una época donde se pregona la paz, la armonía entre los hombres, el respeto, la tolerancia, la espiritualidad, pero que también, lamentablemente, es usada para promover el materialismo, el consumismo.
La palabra consumismo es un término que se utiliza para describir los efectos de igualar la felicidad personal a la compra de bienes y servicios o al consumo en general. Quiero detenerme para preguntarle: ¿y usted, como vive su navidad? Quizás ha caído en el juego publicitario de la época que nos engaña con mensajes como: “cuanto más consumo, más feliz soy” Si su preocupación es el consumo desmedido de bienes y servicios, le invito a que reflexione nuevamente en la cita con la cual he iniciado este articulo.
De que nos sirve tener una cuenta bancaria con grandes cantidades de dinero, si nuestra mayor riqueza no radica en que Jesús haya nacido en nuestros corazones. Que utilidad tiene manejar un vehiculo ultimo modelo, si Jesús no es el que guía nuestro camino. Cuan importante es tener un refrigerador lleno de alimentos, si no nos alimentamos del Pan de Vida. Que contradictorio es dar regalos por doquier cuando no podemos ofrecer Amor a quienes nos rodean. Como podemos vestirnos con prendas sumamente caras y tener un corazón lejos de la presencia de Dios. Como podemos afanarnos tanto por alcanzar las riquezas terrenales y olvidarnos de lo prioritario: nuestra alma, nuestro corazón.
En la antesala del fin de año le invito a descubrir por medio del Espíritu Santo la verdad de estas fiestas. Le invito a que en oración, buscando el rostro de nuestro amado descubra que de nada sirve ganarnos el mundo entero si Él (Jesús) no esta en nuestro corazón.